Rubén de Eguía: “Es muy dulce para un actor tener más proyectos de los que puede hacer”
Entrevistamos al ganador del último Premio Godot en el icónico VIPS de la Gran Vía madrileña mientras probamos el Frappé de Baileys, que protagoniza la nueva carta de la cadena.
Por Rubén Arribas/El Duende
Rubén de Eguía se muestra lleno de entusiasmo e irradia energía, siempre con una sonrisa en el rostro. Aunque disfruta cuidándose, también sabe darse merecidos caprichos. Nos sentamos con él a degustar el nuevo Frappé de Baileys en el VIPS de la Gran Vía: un delicioso café con la famosa crema, leche y hielo, aderezado con Nocilla, virutas de chocolate y nata montada, mientras desgranamos los elementos que le convierten en un actor único en su especie.
Y es que el barcelonés, uno de los intérpretes más relevantes de la escena teatral española, está viviendo su momento más dulce. Ha sido ganador del Premio Godot por su actuación en En mitad de tanto fuego, al que también estaban nominados Javier Cámara y Pablo Derqui... y finalista en los últimos premios Max junto a actores de la talla de Pedro Casablanc o el finalmente vencedor Eduard Fernández.
Y aunque acaba de cerrar la temporada del Teatro Español con El fin, una de las comedias de la temporada dirigida por Paco Gámez y protagonizada por Toni Acosta, este verano continuará la gira de En mitad de tanto fuego, que ningún amante de las artes escénicas debe perderse...
Pregunta. ¿Eres de dulce o de salado?
Respuesta. Me encanta el dulce, pero intento no comerlo tanto como me gustaría.
P. Se te nota en forma. En El fin, obra que ha cerrado la temporada del Español, eres un profesor de gimnasia y nos sorprendes con unas increíbles acrobacias.
R. De pequeño competí en gimnasia deportiva. Mis padres me sacaron porque se ve que no ayuda al crecimiento y me estaba quedando pequeñajo. Así que ahora con cuarenta me ha encantado poder usarlo en mi profesión.
P. Hablando de tu infancia, a mí el VIPS me recuerda a desayunos con la familia. A ti, ¿qué memorias te trae?
R. Yo vivo en Madrid desde hace 16 años, y VIPS es un sitio que relaciono con las noches largas y de fiesta, cuando a las 2 de la madrugada te apetece comer bien. Especialmente en el que estamos (Gran Vía, 49). También me gustan mucho las tortitas de aquí.
“¿El Premio Godot? Dime con quién estás nominado y te diré quién eres. En este caso con Javier Cámara y Pablo Derqui”P. Y probando este sugerente capricho que es el Frappé de Baileys, ¿con qué asocias el sabor de Baileys?
R. A mí me recuerda al verano por este tipo de creaciones. Es una sensación curiosa porque te lleva a todo un universo de dulce que no pasa con otras bebidas.
P. Si tuvieras que elegir el momento más dulce de tu carrera, ¿cuál sería?
R. Ahora. Es un momento brutal, he tenido que decir que no a cuatro proyectos… Aunque esta parte es más bien amarga porque querría hacerlo todo, y no se puede. Pero realmente es muy dulce para un actor tener más proyectos de los que puede hacer.
P. Cuando te llega un nuevo papel, ¿qué ingredientes debe tener para ti?
R. Que el personaje tenga mucha crema, en todo el sentido de la palabra. Que cuando lo leas digas: “¡Cuántos sabores hay aquí para sacar!”
P. Has trabajado mucho en Barcelona, pero ahora pareces más arraigado en Madrid...
R. Estoy afincado aquí, pero mi objetivo es no desaparecer de Barcelona tampoco. Allí está mi familia, mi gente… Además, profesionalmente me gustan mucho su cartelera y lo que se hace allí a nivel audiovisual.
P. En términos de ocio y cultura, ¿son tan diferentes?
R. Yo mismo soy muy distinto en cada ciudad. Cuando vengo aquí no tengo casi familia, entonces me relaciono de otra forma. Para mí, Madrid es mucho más energética que Barcelona, donde tengo una vida más “normal”, de ir a comer a casa de mis padres los domingos, por ejemplo. Aquí ese día son planes con mis amigos. De todas formas, creo que Madrid tiene algo especial. La gente va al teatro y luego sale mucho más que en Barcelona. Madrid es como un pueblo grande. Creo que gusta tanto porque es una capital con la energía de un pueblo, de tapeo, de salir a tomar una copa…
“Recuerdo a Concha Velasco increíblemente currante y muy sencilla. Durante dos años la veía más que a mis padres. Se convirtió en mi familia”.P. Este ha sido un año espectacular para ti, finalista a Mejor actor en los Premios Max por tu monólogo En mitad de tanto fuego, junto a grandes como Eduard Fernández y Pedro Casablanc ¿cómo lo has vivido?
R. Estaba superfeliz. Muy satisfecho, muy orgulloso. Iba muy relajado a los premios porque estaba convencido de que se lo llevaría uno de ellos dos. Es al día siguiente, cuando me levanto, cuando me digo “¡Me lo hubiese querido llevar yo!” (risas).
P. Sí te llevaste el Premio Godot al Mejor actor teatral con esa misma obra.
R. Tuve la suerte de que este sí pude decir ¡pa’ mí! Es un poco como la frase de “dime con quién andas y te diré quién eres”, pues aquí dime con quién estás nominado y te diré el valor que tiene. En este caso con Javier Cámara y Pablo Derqui.
P. Has trabajado con Ventura Pons, con Concha Velasco y ahora con Toni Acosta… y te he oído decir que una de las cosas más bonitas del teatro es la comunicación intergeneracional. ¿Qué valoras de esas conexiones?
R. ¡Me encanta! Lo que pasa es que como ya tengo 40, me pasa por primera vez que me encuentro con, por ejemplo, un director más joven que yo. Y me gustó muchísimo también porque aportó algo más fresco. Ahora esto va tanto hacia arriba como hacia abajo. Mi abuela en los veranos siempre decía: “Yo me quedo aquí, con los jóvenes”. Según uno crece, debe tener eso en mente, ya que son los que traen aire fresco. Hay actores que admiras a los 70 años al ver que se han mantenido jóvenes al dejarse dirigir por gente joven. Pero también siento especial admiración y cariño por esa gente que ha dedicado toda la vida a esta profesión.
P. Empezaste en el teatro junto a Concha Velasco, ¿cómo fue trabajar con ella? ¿Cómo la recuerdas?
R. La recuerdo increíblemente currante y muy sencilla. En su momento, con 450 funciones por delante, se convirtió en mi familia. Durante dos años la veía más que a mis padres. Además, yo también tenía muy claro cuál era mi lugar, estaba allí para aprender y absorber al máximo y fue una fortuna. Una suerte empezar así.
P. Has dirigido un corto, Corsets. ¿Cómo te ves en la dirección?
R. Bueno, eso fue un divertimiento. Yo sé que voy a dirigir en algún momento, pero no tengo prisa. Como actor lo estoy gozando muchísimo. De hecho, yo en principio quería estudiar dirección, lo que pasa es que, a los 18 años, veía que la mayoría de mis referentes como directores primero habían sido actores, y no me pareció mal plan.
P. Con Xavier Albertí has hecho ya seis espectáculos. Lo nombras como uno de tus grandes maestros. ¿Cómo se ha formado esa relación tan fuerte?
R. A mí me parece muy bonito cuando veo que un director va repitiendo con los mismos actores, porque se generan familias. Es una suerte poder repetir con directores como Xavier.
“Me siento afortunado y sé que lo soy. También soy muy currante. Esta es una profesión muy vocacional, casi parecida a la de un cura”.P. En mitad de tanto fuego. Un monólogo. Una silla. Teatro puro y duro, ¿te entra el vértigo?
R. Así es, no hay más que texto y el actor. Es un salto al vacío cada vez que tengo qué empezarlo. Es esa sensación de adrenalina, pero no de vértigo. Es un texto tan bueno que no me canso de salir a hincarle el diente.
“Compartiría este Baileys Frappé con el dramaturgo Alberto Conejero y también con amigos”.P. ¿Qué es el monólogo para un actor?
R. Para muchos actores es un momento en el que quieres demostrar todo. Como el que está entrenando para una maratón, hay gente que la hace y ya está y gente que se queda y se engancha. Es muy duro, porque en la gira de En mitad de tanto fuego voy con solo un técnico… Lo divertido es ir con un elenco de compañeros y actores, pero llegar a un pueblo o una ciudad y sentir que estás ahí solo en el escenario llevando a la gente y fluyendo en el texto es un tanto especial.
P. Empezaste con uno de los directores más innovadores e internacionales: Calixto Bieito. ¿Cómo fueron esos inicios?
R. Me acuerdo perfectamente de que un 30 de abril, yo estaba volviendo de hacer la prueba para un espectáculo inaugural de la Expo de Zaragoza de Calixto Bieito. Volviendo para Barcelona me dijeron que sí a esto y también a un papel en el Teatro Lliure que para un actor es como un templo. Fueron mis dos primeros trabajos en escena y también uno de los momentos más felices.
P. Según un estudio de la Fundación de Artistas e Intérpretes, el 77% de los actores ingresa menos de 12 mil euros al año, una precariedad brutal. ¿Te sientes afortunado de tu situación actual?
R. Me siento y sé que lo soy. También soy muy currante. Es una profesión muy vocacional, casi parecida a la de un cura. Cuando actúo en un Teatro Español o en un teatro nacional soy consciente que estoy en la élite del sector. A más no puedo aspirar, y la compensación económica no es la que se pensaría. Cuando empecé a estudiar, antes de los 2000, con dos espectáculos grandes al año un actor vivía bien. Ahora lo llevarías muy justito.
P. Por último, ¿con quién de la profesión te gustaría compartir este Frappé de Baileys?
R. Con el dramaturgo Alberto Conejero, autor del texto de la obra En mitad de tanto fuego. También con amigos.
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Fotografías: Luís de las Alas
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