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Sobremesa: el último lujo español
Entre tazas de café, dulces golosos o cócteles ligeros, después del postre empieza lo bueno...
El mundo se divide en dos tipos de personas: las que se levantan de la mesa apenas terminan el café, y los españoles. Para nosotros, la comida es solo el prólogo: lo realmente importante llega después. Bienvenidos al ritual de la sobremesa, el lujo cotidiano que convierte el final de un simple almuerzo en algo extraordinario.

La sobremesa no ha muerto, se ha reinventado
Dicen que la sobremesa está en declive, que los ritmos frenéticos de la vida moderna la han condenado a la extinción. Pero nada más lejos de la realidad. Este ritual ancestral no solo sobrevive, sino que está viviendo una segunda juventud.
Hoy, la sobremesa es tendencia. Las redes sociales se llenan de hashtags y stories con tazas de café; los restaurantes diseñan espacios pensados específicamente para ella, y las marcas premium, como Baileys, han hecho de este momento su razón de ser.
La clave está en su capacidad de adaptación. Ya no se trata únicamente de un ritual reservado a los domingos en casa. Ahora la disfrutan tanto el ejecutivo que prolonga su comida de negocios como el grupo de amigos que encadena aperitivo, comida y cócteles sin mirar el reloj.

¿Dónde vivir la sobremesa perfecta?
Te presentamos ocho locales ideales para disfrutar del gran ritual español.
Un país de sobremesas
España es un país que disfruta alargando las comidas. Desde las larguísimas charlas familiares de los domingos hasta los encuentros relajados entre amigos en una terraza al sol, este ritual impregna nuestra cultura de norte a sur. Y aunque cada región tiene sus peculiaridades –el carajillo catalán, la crema de orujo gallega, el cóctel-café asiático murciano–, todas comparten esa pasión por estirar el tiempo alrededor de la mesa.
Porque si algo nos define es esa capacidad de convertir cualquier comida en una celebración espontánea. La hostelería lo ha entendido: los locales que triunfan ya no son los más rápidos, sino los que invitan a quedarse. Hoy, la calidad de un restaurante no se mide solo por lo que se come, sino también por lo bien que se está después de haber comido.

Sobremesa: ¿Qué beber?
La sobremesa española es una institución que merece tragos a su altura: ni demasiado fuertes para cortar la conversación, ni tan suaves que pasen desapercibidos.
Si el momento pide algo dulce, el Baileys Latte se convierte en un abrazo líquido: cremosidad láctea, suavidad del licor irlandés y café que mantiene despiertos los sentidos. Para quienes prefieren que el postre se sirva en copa, la Tarta de Queso Irlandés Baileys combina la indulgencia de una cheesecake clásica con la calidez aterciopelada del Baileys, creando un postre que se bebe despacio.
Pero existen muchas más combinaciones. Si la sobremesa adquiere tintes de celebración elegante, el French 75 entra en escena: ginebra Tanqueray No. Ten, limón y champán en proporciones que honran su nombre bélico con elegancia parisina. Un cañonazo de sabor que despierta la conversación más adormecida.
El clásico Gin & Tonic mantiene su reinado con razón: ceremonial en su preparación, infinito en sus variaciones, es el compañero perfecto para esas charlas que derivan en planes imposibles. Y para cerrar con carácter, el Creamy Tangy Whisky Sour, con Johnnie Walker Black, mezcla toques de almendra y malvavisco tostado con ese punto ácido que equilibra todo, como esas conversaciones que saltan del humor a la filosofía sin previo aviso.
El código sagrado de la sobremesa
La sobremesa tiene sus reglas no escritas:
Primera: No se fuerza, se deja fluir. Si preguntas "¿nos vamos ya?", has roto el hechizo.
Segunda: El tema cambia con naturalidad. Política, cotilleos, recuerdos, confesiones… La conversación fluye y se transforma sin esfuerzo. Los silencios no son incómodos, son pausas necesarias para que la charla respire.
Tercera: El café es solo el principio. Luego vienen el chupito de Baileys, las copas, los cócteles ligeros, los caprichos dulces, las risas flojas y las anécdotas que no se cuentan fuera de la mesa.
Cuarta: El móvil, lejos. La sobremesa se vive con los cinco sentidos, no a través de una pantalla. Excepto para buscar ese dato imposible que nadie recuerda o enseñar esa foto de hace diez años que prueba tu punto.
Y quinta: Nadie mira el reloj. Si lo haces, no has entendido nada. Aquí el tiempo se detiene, y eso –hoy en día– es el auténtico lujo. La mejor sobremesa es la que termina con "¿pero ya son las siete?" y risas de incredulidad.

Conclusión
La sobremesa no es cosa del pasado, es un lujo del presente. En tiempos acelerados, es uno de los pocos placeres analógicos que nos quedan.
Un ritual que pone el foco en lo esencial: las personas, las conversaciones, los momentos compartidos.
La próxima vez que acabes de comer, recuerda: quédate un poco más, déjate llevar por la conversación, pídete otro café, añade unas gotitas de Baileys y disfruta. Estarás honrando una tradición que, en España, siempre será sagrada.
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