Aunque parezca atrevido comparar iconos líquidos y sólidos del universo gastronómico, la excelencia de los tequilas de la casa fundada por Don Julio González en 1942 es equiparable a la del mejor jamón ibérico de bellota. Aquí van 10 razones que lo demuestran.
Sin prisa... pero con mucha pausa. Consumir estos dos productos exige su propio ritual a cámara lenta. Corta una fina loncha. Pégale un trago corto. Y saborea. Saborea. Saborea. El jamón te guiará desde los primeros matices dulces hasta el umami y los toques salinos. El tequila, desde lo herbal hasta lo amaderado. En ambos casos su degustación será capaz de imponerse a cualquier distracción.
Cada país tiene su emblema culinario, un producto envidiado y deseado fuera de sus fronteras. Los de México y España no son ningún misterio: el tequila Don Julio y el jamón de pata negra, embajadores de dos de las mejores gastronomías del planeta y patrimonio universal del sabor. Paladearlos es viajar al corazón de cada país.
Además de la naturaleza al aire libre –donde crecen sus materias primas–, ambos productos comparten otro paisaje decisivo: las silenciosas bodegas. En estas máquinas del tiempo, el tequila Don Julio absorbe los secretos de las barricas y el jamón pata negra se cura lentamente. En los dos casos el reposo no es simplemente una espera: es el factor que transforma lo bueno en excepcional.
Hace tiempo que dejaron de ser únicamente placeres gastronómicos y se convirtieron en protagonistas de las celebraciones más selectas, al mismo nivel que los invitados estrella. Descorchar una botella de Don Julio o cortar un jamón pata negra es lo que distingue unas ocasiones de todas las demás. Por eso su presencia es habitual en citas como los Oscar, los Grammy y los desfiles más sonados de las semanas de la moda.
Su autenticidad y calidad están certificadas con un sello ligado a su tierra natal. Para el tequila Don Julio, esto significa que cada gota proviene de la rica tierra volcánica de Jalisco, México. Por su parte, el jamón de pata negra se beneficia del ecosistema único de las dehesas del suroeste de España. Esta distinción va más allá de su origen geográfico: también protege su legado y sus técnicas ancestrales.
Su potencial para hacerse virales con solo aparecer en una mesa evidencia su impacto en la alta gastronomía. Pocos tienen tantos seguidores alrededor del mundo, y aunque tomarlos solos, en estado puro, es lo más habitual, cada vez se incorporan más a las recetas de los chefs y bartenders más innovadores, inspirando nuevas tendencias de sabor.
¿Qué has hecho tú en los últimos diez años? Quizá has tenido tiempo de casarte, cambiar de trabajo, comprar una casa y otro sinfín de cosas muy trascendentales. Te sorprenderá saber que ese largo periodo es el que necesitan estas dos joyas gastronómicas para alcanzar su estado óptimo. Imagina la magnitud de sus procesos artesanales. Quizá eso te ofrezca una perspectiva real de su verdadero valor.
¿Qué tienen en común el agave Tequiliana Weber Azul y el cerdo ibérico de bellota? El privilegio de ser considerados ingredientes únicos en el mundo gastronómico, con un potencial infinito al servicio del mejor savoir-faire.
La exclusividad nunca es casualidad. Y eso se hace evidente con ambos productos, cuya excelencia está ligada a gestos amables –y controlados– en su entorno y a los más estrictos controles de calidad. Solo lo mejor puede llegar a nuestra mesa.
Otra cosa que les une es la excelente compañía que se brindan uno y otro. Según Jorge Pineda, Senior Brand Ambassador de Diageo, “la experiencia de disfrutarlos juntos es sublime, porque el jamón aporta un sutil matiz de salazón que reemplaza a la sal con la que suelen tomarse los tequilas más jóvenes”. Esa armonía en la degustación realza las cualidades únicas de ambos. Y eso ya son palabras mayores.
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